De mi agenda: Toilet, ¿realidad ajena?
Como parte de mi quehacer fui honrada con la invitación de Juana Fragoso, a ser columnista de #eloportuno, un periódico que se distribuye en el municipio de Ecatepec. Con permiso de Juana e instada por mi amiga y colaboradora exjefa y cómplice demúltiples correrías, inauguro esta sección a la que hemos titulado mi agenda, endonde compartiré un visión muy personal de las cosas que voy viviendo tanto personalcomo profesionalmente. Y que comience la lectura:

Enamorada de la vida, gusto de la adrenalina que produce la velocidad, patinar, esquiar, y escribir columnas que pisan callos como ésta, en la que me aviento como gorda en tobogán a dar el primer paso y contarles que:
Acabo de ver una la película India llamada Toilette cuya definición de esta palabra de origen francés es: “Nombre femenino del cuarto de aseo en un establecimiento público que dispone de lavabo y retrete, y en ocasiones de un tocador para el arreglo personal”.
O sea, baño, taza, o escusado; sus variables pueden ser: mingitorio, bacinica, lavatorio, porcelana, o como como decimos comúnmente “a donde el rey va solo”.
Dejando atrás la referencia y definición, que me pareció oportuna señalar. La película toca un tema muy interesante sobre violencia de género, muy al estilo del cine de la India pero que de cierta manera toca fibras sensibles y que a pesar de la lejanía geográfica y cultural, no nos es tan ajena, aún siendo tan modernos como a veces nos creemos, ya que finalmente compartimos la misma naturaleza humana, regida por una comodidad cultural o religiosa que resulta abusiva en muchos grados y sentidos.
La película en sí, es una historia de amor, que en un marco de costumbres, cultura y religión se ve llena de luchas y sufrimientos. Los tintes de comedia en ocasiones no se hacen esperar en medio de la ingenuidad y astucia a la que la joven pareja se enfrenta al carecer de un baño Toillete en la casa de residencia. ¿Así o más raro eh? En algunos poblados de la india no es común que haya un baño construido en sus casas, ya que en la casta Brahmánica son muy cuidadosos y observadores de la ley (que yo ya no supe si era una ley cultural o religiosa, la que prohíbe que haya un baño en la casa porque los desechos orgánicos contaminan el hogar, sobre todo si se tratan de heces fecales y orina de las mujeres).
Como lo leen, en India, al parecer los hombres pueden orinar y cagar en las calles o fuera de la casa mientras que las mujeres están obligadas a ir a defecar al campo, para lo que tienen la costumbre de ir a “hacer del baño, del 1 y del 2” en el campo como si fueran animales. Para lo cual hay que caminar no se cuánto y en la película se exponen a que los gandallas, que van por la carretera las alumbren mientras se encuentran como el tigre de Santa Julia.
La protagonista que viene de la misma casta, pero de una familia más progresista, que sí tiene un baño en casa, no está acostumbrada a ser parte del ritual de defecar junto con las mujeres del pueblo en un jarrito metálico de madrugada, ritual que las mujeres del pueblo hasta con cierto gusto comparten. De ahí que la lucha por construir un baño en su nuevo hogar siendo apoyada por su nuevo esposo, se convierte en un batalla campal.
La cosa es que, por excéntrico y escandaloso que nos puedan parecer estas costumbres, acá en nuestro amado Mexicalpan de las tunas, no estamos tan alejados de este tipo de usos y abusos en donde las mujeres nos encontramos en desventaja frente al varón ya sea por costumbre, cultura, religión o simplemente por una normalización de la violencia.
Y ora sí, aquí sí pónganse las botas de minero si no quieren que les pisemos los callos y les duela, ya que justo es en ésta época del año: Navidad, caemos en la vorágine del activismo y he notado que el regocijo post pandemia nos ha atrapado llenándonos de esta auténtica necesidad por convivir por festejar el nacimiento del Redentor: el Niño Jesús. Porque de eso se trata de celebrar el nacimiento de Dios hecho hombre ¿no?
Sin embargo, este hecho ha derivado al igual que en la película en una serie de deberes obligaciones, y trabajos a marchas forzadas, por comprar, regalar, cocinar, preparar el recalentado aguantar la mirada lasciva del cuñado, las indirectas de los suegros, que al más puro estilo de Doña lucha se la pasan criticando y ya no hablemos de tener que aguantar la borrachera del compadre que hasta en una de esas hasta le entra el complejo exótico hindú, y no duda en echarse una meada afuera de sus casas… (mejor ya no doy ideas). Pero volviendo al tema ¿¿¿no es verdad que, por lo general, a quien se le carga la mano por hacer los preparativos es a nosotras las mujeres???
Y ¿nos hemos preguntado el por qué? ¡No! Simplemente vimos a nuestras abuelas madres, y tías hacerlo y lo seguimos haciendo. En ocasiones sin preguntar ni cuestionar los por qué o para qué. Y ojo, no con esto hago una convocatoria a revelarnos y a dejar a la familia con un palmo de narices ante la expectativa de que llegue Santa Clos con los romeritos ¡no! Mi exhortación va más en el sentido de que esto se convierta en disfrute, en colaboración en ir haciendo una nueva cultura de verdaderos trabajos en equipo, algo así como que: yo cocino, tu lavas platos. Y que el trabajo vaya siendo más equitativo y armónico. A reflexionar profundamente en el sentido de amor que tienen estas fiestas y vivirlo, siendo consideradas con nosotras mismas al pedir ayuda, ofrecerla y/o repartir tareas.
Gracias a Dios tenemos baño en casa, esa es ya una lucha que no nos toca pelear, pero tal vez sí luchar con la consciencia de que somos generadoras de nuevos esposos y esposas, de nuevos empleados, patrones y empresarios. Personalmente me encantaría que, cuando mis hijos y sobrinos crezcan y se conviertan en lo que están llamados a ser y hacer, puedan con mucha naturalidad ser copartícipes de los cuidados del hogar, sean patrones generosos y aporten sueldos justos a las mujeres de sus empresas, las apoyen en sus etapas mas vulnerable que son el embarazo y el postparto y sean respetuosos con sus compañeras de trabajo y viceversa.
Que esta navidad, podamos invitar a todos en la familia a participar de las tareas, pensando que todos somos capaces de lavar platos y limpiar. No es una tarea exclusiva de hombres o mujeres y que podamos en ello encontrar el goce y disfrute de una fecha tan especial. Pensemos en las grandes ventajas que tenemos por pertenecer a esta nueva cultura de equilibrio entre hombre y mujeres, basta de luchas sexistas, somos complementarios y para muestra un botón: ¿Acaso no quiso Dios mismo el creador de todo lo creado tener una mamá, una Mujer? Observemos, juzguemos y actuemos. Rompamos los círculos de abuso y violencia, con pequeños movimientos hacia quienes estamos educando. Y ‘ ora sí pa´l recalentado, vean la película en Netflix, y si les sobran romeritos inviten, que con gusto les llevo desechables ecológicos para no tener que lavar.
¡Muy feliz Navidad!